María Fernández




He de decir que el día de antes estuve nerviosa, tenía  mucho miedo de no acordarme del sueño. Porque en el vídeo quería escribir el vídeo que tuviera esa noche, sea cual fuera. Casualmente soñé con la universidad, con mis compañeros, a los que les contaba mi preocupación por no acordarme del sueño por la mañana. En el sueño pintaba un cuadro precioso, a pinceladas, era abstracto aunque el objetivo era pintar un cuenco de manzanas que había sobre una mesa gigante. Yo estaba concentrada en la pintura para evadir la preocupación de no acordarme. Hablaba con una persona, y me daba un beso en la oreja. Sentí el escalofrío como si hubiera sucedido realmente. Esa sueño fue especial, mezclaba la realidad con el sueño y viceversa, realmente creía que no estaba soñando, que estaba despierta. De hecho al despertarme me costaba diferenciar cosas del sueño con cosas reales. Ha sido una experiencia sin igual grabarme, en vivo y en directo contando ese sueño. Mostrando que la realidad afecta de manera directa al sueño, tanto que desde allí sentía la emoción de realizar el vídeo.
Tenía miles de ideas para el vídeo final, las tengo desde hace meses. Hice un vídeo totalmente distinto y varios guiones. Pero finalmente me decidí por hacer esto. Grabar un ritual que hago cada mañana gracias al consejo de Pilar; escribir mis sueños. Empecé este proyecto en Semana Santa, con muchísima ilusión, y cada mañana escribo una nueva historia en este cuaderno, junto a reflexiones y dibujos. Me ayuda muchísimo tener un espacio concreto donde liberar y desahogarme cada vez que lo necesito.
Al empezar esta aventura no recordaba ningún sueño, me era imposible. Pero en cuanto le presté atención a mi yo onírico, éste se expresaba cada mañana y me ayudaba a recordar lo que había vivido esa noche.
Es increíble, porque tengo como dos mundos, dos vidas. Por un lado está la que vivo de día, la real. Pero cada vez que me duermo entro en un nuevo mundo, guiado por mi inconsciente, que me ayuda a conocerme y vivir las experiencias que no vivo durante el día. Donde hago cosas que no me atrevería a hacer o donde me hablan personas que ni me miran. Cada vez me impresiona más este nuevo mundo, que siempre he tenido ahí  pero que nunca le presté la suficiente importancia como para adentrarme en él. Me sorprende como puedo llegar a controlarlos y a controlarme en ellos, a percibir mis emociones y pensar dormida que tengo y que no tengo que hacer, de la misma forma que lo pienso despierta. Pero sin duda, lo que más me deja anonadada es el momento en el que uno los sueños y la realidad al escribirlos sobre un papel, como si de un recuerdo se tratase.
La idea de grabar este ritual tenía el fin de que me saliera ese momento tal cual, sin interpretaciones. Y estoy contentísima. Al principio estaba nerviosa, porque sentía la cámara grabando detrás. Mi sueño se resistió un poco, y no sabía cómo empezar a contarlo. Me evadí de todo, y me aislé mentalmente a un lugar donde sólo estábamos mi cuaderno y yo, la cámara no existía. En cuanto  sentí realmente la soledad, mi sueño revivió en mi mente. Empecé a escribirlo lo más rápido posible, intentando sacarlo de mi interior y plasmarlo en el papel lo mejor que podía. Es maravillosa la sensación que siento al escribirlo, como puedo recordar algo que nunca ha existido como si acabara de suceder.






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