miércoles, 11 de mayo de 2016

Un pensamiento en el tren.

Estaba en el tren, de vuelta a casa, cuando un pensamiento eclipsó mi atención; Unos terroristas ponían gas toxico en el techo y nos quemaban el rostro a los que estábamos en aquel tren. Tras ese pensamiento imaginé como me sentiría. Apartando el dolor a un lado; Entre esas personas no me sentiría mal, me sentiría unida a ellos por un suceso que nos une y con unas características que compartimos; no tener rostros faciales.
El mundo me miraría con lástima, pues es lo que sentirían al verme.
Y tras esta imagen llega mi reflexión; Por unos minutos me he imaginado un mundo de personas sin rostro, personas valoradas por su alma y por como son realmente.
Ahora bien, en la vida real me sentiría fea, diferente, sentiría que doy miedo a los niños, incluso adultos, nadie tendría interés en conocerme porque no les llamaría la atención descubrir que hay tras este cuerpo.


El físico nos condiciona más de lo que pensamos, y tenemos más o menos oportunidades en la vida por el grado de belleza que poseamos. ¿No sería bonito ser todos iguales? Que no se diferencie si somos viejos, jóvenes, mujer, hombre, guapa, fea, y mil adjetivos más que nos califican sólo con ser vistos. El mundo sería tan distinto, y más justo en cierto modo. En este mundo imaginario la gente se esforzaría por ser buena persona y no por ser una persona atractiva. El dinero gastado en embellecernos a nosotros mismos para llamar la atención y gustar probablemente iría destinado a cosas más interesantes. No sé, piénsalo, detrás de lo macabro que suena 'no tener rostro', para mí se esconde una gran belleza, ¿y para ti?

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